"23 de Abril de 2028" por Luis Parreño Gutiérrez
Abril 2028
Pasado mañana cumplo noventa y tres años. Aunque parezca un
eufemismo, sí voy a llegar, si no lo hiciera, este pobre hombre que empuja mi
silla de ruedas se quedaría sin trabajo y sería automáticamente repatriado.
Aprovechando que no entiende nuestra lengua voy a contar algunas cosas para la
posteridad. Quedarán grabadas en mi consola y así, el día de mañana mi nieto
podrá recordar con mayor nitidez lo que ha sucedido en estos diez últimos años.
Como recordareis hubo una época en Europa en la que no nacían
suficientes niños. Se practicaba mucho el sexo, pero apenas si se producían
criaturas. Causa probable era que las multinacionales que nos gobiernan no
necesitaban más mano de obra. Otra causa probable es que esas mismas
multinacionales no incentivaran los nacimientos, manteniendo a los jóvenes en
un estado de ansiedad constante por conseguir un trabajo estable que les
permitiera vivir dignamente y… tener descendencia.
El resultado está a la vista: hemos tenido que aprovechar el
flujo de inmigrantes y con nuestras escasas pensiones, conseguir que se hayan
abierto estas macro residencias para ancianos, (se han habilitado antiguos
conventos y viejos hospitales a este fin) asistidas por un personal poco
capacitado y a cambio les proporcionan comida y cobijo mientras vivimos. Una
vez fallecidos, como el resto de los residentes tienen una persona, quedan
sobrantes y los deportan a su país de origen.
Quien los deporta, no lo sé, porque apenas hay gente joven
alrededor nuestro y los directivos de las multinacionales ni siquiera pisan la
calle, atendiendo la constante demanda de inutilidades que los pocos que tienen
dinero solicitan.
En estos últimos años hemos evolucionado poco como personas.
Es cierto que la Inteligencia Artificial si ha dado pasos de gigante. Ha
desaparecido prácticamente el dinero de papel. Ahora todo se paga por medio de
un chip. Primero desaparecieron las tarjetas de crédito, ya que se podían
efectuar los pagos desde los terminales telefónicos, pero todo fue tan rápido
que hoy día tenemos implantado un chip que es como nuestro carnet.
Para acceder a nuestros fondos, datos etc. tan solo tenemos
que alargar la muñeca con el implante y cualquier pantalla nos atiende. Es
cierto que ha crecido la población mundial, hemos rebasado los nueve mil
millones de seres humanos en este planeta, pero salvo excepciones, nadie ha
conseguido abandonarlo y vivir fuera de él. Se encontraron hace unos años
mundos gemelos al nuestro, pero no saben (o eso dicen) cómo llegar a ellos,
colonizarlos o lo que sea y ampliar de algún modo nuestros genes por el éter
adelante.
En cuanto a las condiciones de vida, cada día hay menos
espacio cultivable, las estaciones están alteradas y a veces las cosechas se
pierden en el hemisferio sur, con lo que se crea una situación de hambruna
difícil de superar. Siguen naciendo miles de niños que apenas llegan a cumplir
un año en países que siempre fueron subdesarrollados, pero que ahora ni
siquiera se pueden calificar de eso. Así, los que consiguen llegar a la edad
adulta se marchan en cuanto pueden, hacia el norte como siempre, pensando que
hay mejores condiciones de vida para ellos, lo que no es cierto.
Se ha descubierto una cura contra ciertos tipos de cáncer. Y
hoy puede uno permitirse el lujo de beber hasta que su hígado aguante, ya que
gracias a las nuevas tecnologías han conseguido sintetizar un polímero que
sustituye al tejido humano y se nos puede fabricar cualquier órgano y
trasplantárnoslo sin miedo al rechazo, siempre que tenga uno dinero para ello.
Aquella plaga llamada Sida, fue erradicada hace tan solo un
año, pero la naturaleza sigue su curso y hay un nuevo virus que ataca de modo
selectivo a la población. Algunos dicen que los chinos tienen la culpa. Otros,
que los rusos y hay quien apunta a los coreanos del norte. En fin, lo único
real es que seguimos muriendo pues a quien se le manifiesta, dura menos de
cuarenta y ocho horas.
En mi humilde opinión, creo que todo esto es el exceso de
desperdicios que no hemos sido capaces de reciclar durante tanto tiempo, y
ahora el planeta nos pasa factura. No tenemos tranquila la conciencia y esto
hace que cometamos errores constantemente.
Yo invertí dinero en un negocio que era muy rentable y lo
sigue siendo, lo cual demuestra hasta qué punto somos un rebaño ciego. Gracias
a ese dinero puedo permitirme vivir en este lugar, que conocéis por vuestras
visitas virtuales, queridos nietos, pero tengo que confesaros una cosa. Me
siento muy culpable de haber amasado una fortuna, porque he sido parte del
problema que ahora os dejamos en herencia.
Si no hubiera invertido en aquella fábrica de recauchutados e
insistido en campañas publicitarias de su uso intensivo, quizás se hubieran
transmitido muchas enfermedades, pero también habríamos dejado a la madre
naturaleza la selección de nuevos seres, en vez de taponar las alcantarillas
con trozos usados de látex.
Así, de aquellos lodos han venido estos barros y por ese
motivo nuestra familia es tan corta que probablemente vosotros seáis los
últimos de nuestra estirpe. Me lo tengo merecido por avaricioso.
Ah, me olvidaba, y es que la cabeza me falla bastante. No se ha conseguido el ideal de gobierno en
ningún país del mundo y han clonado a los dirigentes que nos gobernaban hace
veinte años, con lo que la cantidad de idiotas gobernando, lejos de disminuir,
se mantiene constante. Que la fuerza nos coja confesados.
Junio 2028
Hace un mes escaso que mi padre murió. Apenas hace unos días
que he leído todo lo que dejó escrito en su chip y me siento culpable por no
haberle prestado atención cuando debí hacerlo.
La verdad es que nuestras relaciones se rompieron siendo yo
muy joven, a los cuarenta años, cuando se empeñó en que debía formar una
familia y tener hijos. Pobre iluso de mí, pensar que estaba entrando en
demencia cuando me aconsejaba tomar ese camino.
Ni siquiera sabía qué era de su vida. Como era independiente,
apenas si me enteré que se fue a vivir en una residencia para ancianos y
tampoco que estaba enfermo. Como siempre tuvo mal genio, pues apenas quise
saber nada de él a partir de que tomé las riendas de sus negocios.
Vivo en un lugar relativamente apartado de las grandes urbes.
No tengo que asistir a mi puesto, salvo en muy contadas ocasiones, para lo cual
me desplazo utilizando un servicio de aerotaxis pues tener coche o cualquier
otro vehículo se ha vuelto imposible. Entre los permisos que hay que solicitar,
la capacitación que hay que obtener y lo difícil que es volar con la saturación
existente, lo más cómodo para mí es este servicio.
Tengo una conexión permanente con mis intereses y hoy es muy
normal presentarse holográficamente, charlar, solucionar los problemas y
desconectar. Tanto hemos progresado que incluso en los hologramas puedo
vestirme como se me antoje para según la ocasión e incluso modificar mi
apariencia.
Esta inamovilidad hace que haya ido perdiendo ciertas facultades
que adquirí en mi juventud y que ahora no necesito prácticamente. Caminar me
fatiga. Apenas me muevo del sillón de mi consola y según mis controles debo
pesar sobre unos 180 kg. Me reía yo de los obesos en mi juventud, cuando era
capaz de andar y correr libremente por las calles y ahora soy uno de ellos,
pero no me importa.
Al fin, hace algunos años, formé una familia. Tuve un hijo,
que me sobrevivirá y heredará todo cuanto yo no haya consumido, o no me hayan
esquilmado los abogados, ya que los divorcios suelen ser caros y aunque no
tengo problemas económicos (la gente sigue usando profilácticos a mansalva)
siempre hay alguna deuda pendiente.
Mi hijo es ya mayor, pero sigue en periodo de idiotización
constante. Ahora se lleva mucho entre la juventud la recuperación de viejos
elementos tecnológicos y videos de la época previa a las redes sociales. Pasan
horas y horas visionando estos videos sin entender apenas nada de lo que en
ellos se dice, pero siempre se están riendo.
Ninguno recuerda ya lo que era el papel, un libro, un
periódico, etc. y les hace mucha gracia ver a la gente de finales del siglo XX
caminar por las calles o en los transportes públicos leyendo. Les llama la
atención cómo son capaces de descifrar esos signos que aparecen, sin tener un
emoticono explicativo al lado. No se mueven de casa, lo cual es una ventaja ya
que así no se contaminan con ideas radicales pues se puede ejercer el control
de lo que ven en las redes.
Me cansa escribir en este antiguo teclado, pero lo hago como
esfuerzo suplementario en homenaje a mi padre que aún sabía cómo escribir a
mano. Actualmente se utiliza un datáfono al que se habla y éste se encarga de
sobreimprimir en la pantalla las palabras dichas, haciendo así mucho más
sencillo todo tipo de trabajo.
Si mi hijo me viera ahora mismo, lo subiría a la red y seguro
que garantizaba las sonrisas de millones de personas, al contemplar a alguien
haciendo el esfuerzo de pulsar unas teclas.
Julio 2028
Jope, que marrón ma caído con lo de mi papuchi. Mira que
palmarla hace una semana y no decir nada. Qué fuerte. La verdad es que estaba
muy chuli sentado en su trono, vertiéndose por los lados y estuve tentao de
subilo a la red pero hay cosas que no se…
He pedio a su chip que me cuente too lo que hay escrito y ma
dejao de plastiacero. Así que el viejo no se hablaba con mi viejo. Jope. Ni me
lo podía imaginar ni na.
El problema es que tan solo tengo treinta y cinco años y no
se na de lo que mi viejo hacía pa amasar tanta pasta. Aquí donde vivimos, tan
lejos de la ciudad apenas si veo a alguien, como no sea a través del holo y no
se qué hacer en esta situación.
En fin, voy a conectar con los coleguitas (qué palabra más
chuli, antigua eh¡¡¡) pa ver si alguno sabe que hay que hacer en un caso como
este mío. He bajao la temperatura de la sala de mi viejo hasta que hace un frío
mu frío y ya veremos que se puede hacer.
….
He intentao salir a la calle y la puerta, a pesar de sabeme
la combinación, no se pue abrir. Está rara, como si no se hubiera abierto en un
año lo menos. En fin, cuando vengan los del servicio de limpieza general ya me
sacarán de casa. Mientras tanto, voy a conectarme otra vez, pues los coleguitas
tampoco saben qué hay que hacer en estos casos.
Luis Parreño Gutiérrez