Homenaje a Agatha Cristie por Mar Cueto Aller


ASESINATO EN EL GIMNASIO

-Señorita María del Sagrario Pedraza Sáez, del curso 5º C, acuda inmediatamente al gimnasio.-Resonó dos veces seguidas, con voz nasal, por la megafonía del instituto.
-Señorita Sagrario ¿Es que no oye que la están llamando por los altavoces?-Preguntó la profesora indignada.
-¿A mí? ¿Por qué? ¡Yo no he hecho nada!-dijo la alumna, nerviosa y despistada, causando risa a sus compañeras.
-No han dicho que haya hecho nada, solo le han ordenado que acuda inmediatamente al gimnasio. ¿Es que no piensa obedecer?
-No, no puedo, tengo clase.
-Haga el favor de acudir enseguida. Para lo que está haciendo aquí, no merece la pena que se quede. Además no quiero que me echen la culpa de su desobediencia. Si tanto le preocupa perderse esta clase solo tiene que pedir luego, a una de sus compañeras, los apuntes que voy a dar a continuación sobre los compositores Barrocos.
Se levantó lentamente y de mala gana de su pupitre y se dirigió al lugar donde requerían su presencia. Por el camino oyó la molesta voz de megafonía requiriendo la presencia de su amiga Carmela María Ferrandis Díez, del curso 5º B, que se la unió corriendo y llamándola a voces.
-¡Sacra, Sacra, espérame! ¿Sabes para qué nos están llamando? ¿Será para algún cambio de horario en la competición?
-No sé, no sé, no tengo ni idea. Pero será mejor que nos demos prisa. Han dicho inmediatamente.
Las dos alumnas entraron en el gimnasio por la parte superior, donde acostumbraban a colocarse los instructores, en lugar de utilizar las puertas laterales que daban paso a las pistas de juegos. Allí en un pequeño corro las esperaban: la directora del instituto, la instructora de gimnasia rítmica, un alumno de COU y dos desconocidos sentados junto a dos sillas vacías en donde las invitaron a tomar asiento. El silencio hacía que se oyesen hasta las respiraciones entrecortadas de los presentes y el arrastre del mobiliario para ocupar el sitio que se les ofrecía. Las miradas inquietas se entrecruzaban sin que nadie se atreviese a mediar palabra.
-Se habrán preguntado cuál es el motivo de que les hayamos reunido aquí, ¿verdad?-dijo el desconocido que parecía de mayor edad-. Ante todo, yo soy el detective Marcelo Gutiérrez Manchado y este señor es mi ayudante, Armando Martínez Ladreda. Pertenecemos a la comisaría del distrito y hemos venido para aclarar un caso de homicidio acaecido en este mismo lugar ayer a las 15 horas y 45 minutos aproximadamente. Se trata del alumno Carlos Serrano Diego, alias “El Charly”, del curso de COU B. Si se fijan en el parquet del suelo en la pista de baloncesto verán la silueta del cuerpo tal y como fue hallado. Algunos de ustedes se preguntarán que eso que tiene que ver con sus personas, ¿no es así?
Nadie se atrevió a confirmar la pregunta. Aunque todos entrecruzaron sus miradas tratando de adivinar quién habría sido el causante de aquel asesinato. Los ojos de Carmela y los de la instructora se llenaron de lágrimas. Para sorpresa de los presentes la chica prorrumpió al momento en un desgarrador llanto incontenible que parecía no tener consuelo. Sagrario se levantó a abrazarla y consolarla, a la vez que le tendía un pañuelo, consiguiendo que se calmase aunque siguió lloriqueando discretamente.
-Señorita Maria del Sagrario Pedraza Sáez, no parece muy afectada. ¿Acaso no la unía ningún lazo con la víctima?
-Sí, era mi novio. Y aunque no lo crea, estoy francamente afligida, pero trato de dominarme. No me lo explico. ¿Quién ha podido hacer algo tan horrible?
-Sí, eso nos preguntamos todos. ¿No será que usted ya sabía que su novio había sido asesinado? ¿Y en lugar de avisar a la comisaría trató de desvincularse del caso?
-No, no. ¿Por qué iba yo a hacer eso? No, no tiene sentido.
-¿Quizás porque usted misma lo mató en un arrebato dentro de una discusión o vio como lo mataban?
-¿Pero, qué está diciendo?-terció la directora-. No sé con qué clase de delincuentes está usted acostumbrado a tratar. Pero le aseguro que mis alumnos nunca actuarían de esa manera. Y menos esta señorita, yo le puedo asegurar que en los años que lleva en este instituto tiene un expediente inmejorable y su comportamiento ha sido siempre intachable.
-Le ruego que no interrumpa y no entorpezca la investigación. Si he permitido que esté usted delante ha sido porque como directora del centro tiene derecho a saber todo lo que sucede en él. Pero le agradecería que se limite a hablar cuando se le pregunte-. Los tres alumnos empezaron a murmurar entre sí y el detective añadió mirándoles muy fríamente y con tono autoritario- al igual que al resto de los presentes. Conteste a mi pregunta Señorita María del Sagrario  Pedraza Sáez y tenga en cuenta que mentir a la autoridad será penalizado-hizo una pausa-le estoy hablando a usted ¿Es que no me oye?
-Perdón. Todos me llaman Sagrario o Sacra. Solo me llaman como usted lo hace cuando pasan lista y eso me despista. Además, no me encuentro nada bien.
-Pues conteste a mis preguntas clara y sinceramente. Cuanto antes lo hagan primero podrán irse a sus ocupaciones. Siempre y cuando sean inocentes.
-Yo, ayer cuando salía de la ducha volví a las canchas y había un cuerpo en el suelo. Me revolví entera y tuve que ir a vomitar. Luego me fui directamente a casa y ya no sé nada más.
-O sea, que usted vio un cuerpo tirado en el suelo y en lugar de avisar a una ambulancia o la comisaría de policía, se va tranquilamente a su casa sin tratar de ayudarle.
-No me encontraba bien. No pude hacer nada. No sabía qué hacer.
-¿No será que fue usted quien le golpeó repetidamente con la mancuerna hasta matarle y quiso que otra persona apechugase con sus culpas?
-¡No, eso no es verdad! Yo le quería. ¿Por qué iba a matarle? ¡Usted está loco!
-Más respeto, señorita -dijo indignado y siguió preguntando-¿No es cierto que últimamente se les oía discutir constantemente? Hay testigos que lo confirman.
-Sí, pero eso no quiere decir que yo lo matara. Todas las parejas discuten y no por eso se matan. Yo no lo maté.
-Dígame ¿cual era el motivo de su última discusión?
-No puedo. Era algo muy personal. Por favor, no me pida que se lo diga. Se lo pido por favor.-Dijo con lágrimas en los ojos.
-Tiene dos opciones. Decirlo ahora y aclarar el motivo por el cual no llamó a una ambulancia ni avisó a nadie, o ser la primera en la lista de sospechosos y venir a la comisaría a firmar una declaración por escrito, donde nos explique todo lo sucedido.
-Está bien. Se lo contaré todo. Nosotros discutíamos constantemente desde hace una semana cuando me enteré de que estoy embarazada. Él quería que nos fuésemos al pueblo de sus familiares a vivir y a tener el hijo allí. Y yo prefería abortar y seguir teniendo una vida normal. No estoy preparada ni quiero tener un hijo. Mis compañeros han hecho una colecta y tengo cita con un buen cirujano para solucionarlo.
-¡Pero eso no puede ser!-Dijo la directora indignada-es un crimen abortar. No me puedo creer que hicieses una cosa así, y menos, en vísperas del campeonato regional. Tú que eres junto a Carmela las que vais a representar al instituto.
-Señora. Le repito que aquí nadie debe hablar sin que yo le pregunte. No me obligue a mandarle que se ausente por el bien de la investigación.
-De momento, señorita Sagrario, usted es culpable de no socorrer a una víctima. ¿Tiene algo que alegar en su defensa? ¿Alguna prueba que demuestre que es inocente? ¿O alguien a quien poder acusar del incidente?
-No, pero Carmela me vio marcharme a mi casa después de vomitar, cuando me puse tan mala por lo que había visto. Ella iba a acompañarme pero se había olvidado una cosa y volvió al instituto. Me fui yo sola.
-¿Le contó en ese momento lo que había visto a su amiga?
-No, no pude. No podía hablar. Solo le dije que me iba y ella quiso acompañarme, pero se había olvidado algo importante y regresó a por ello.
-Señorita Carmela ¿Qué fue lo que había olvidado? ¿Y por qué no avisó usted a la policía o a una ambulancia? ¿Discutió usted con la víctima?
-¿Qué dice?-Preguntó Carmela entre sollozos-Yo no vi al “Charly” ni tenía ni idea de que estuviese muerto. Yo solo volví a por lo que me había olvidado.
-¿No sería la mancuerna con la que golpearon a la víctima? Explique cómo es posible que no viese el cadáver que había en el suelo.
-Porque yo no entré a las canchas, solo fui a las duchas.
-¿Qué era eso tan importante que había dejado en las duchas?
-Era mi mascarilla para el pelo. Me la había olvidado y si la pierdo mi madre me mata. Bueno, no me mata, pero no me volvería a comprar otro tarro hasta dentro de un mes. Y si no la uso todos los domingos se me estropea el pelo, lo tengo muy delicado.-Aclaró entre pequeños sollozos.
-¿Y por un tarro de crema para el pelo, pretende hacernos creer, que deja que su amiga, que se encontraba mal, que se vaya sola a casa? ¿Insinúa que no vio ni habló con la víctima en toda la mañana?
-No, yo no he dicho eso-gimoteó afligida-En realidad hablé con él antes del ensayo.
-¿Y por qué no me dijiste nada?-Preguntó extrañada Sagrario.
-Porque… no sé… Temí que te enfadarías. Pero ahora ya no importa, si quieres enfádate, después de lo sucedido ya todo me da igual. Él vino a hablar contigo antes de empezar el ensayo y yo aproveché para decirle todo lo que pienso. Le dije que eras una tonta por no querer irte a vivir al pueblo con él. Y que a mi me parecía lo más bonito y más romántico que había oído en mi vida y que si quería que yo me iría con él. Pero me dijo que me callase y que dejase de decir tonterías. Dijo más cosas, pero todas horribles y no quiero ni acordarme de ellas.
-Entonces usted le golpeó con la mancuerna ¿No es así?-Dijo el detective que llevaba el interrogatorio.
-No, usted no tiene ni idea.-Dijo Carmela entre lloriqueos-Si lo hubiese hecho, habrían visto el cuerpo Sacra y la instructora Doña Conchita que había venido a supervisarnos y no habríamos estado ensayando toda la mañana tan tranquilas. ¿Verdad Doña Conchita?

-¡Cierto! Al menos hasta que yo me fui, aquí no hubo ayer ningún cadáver, ni nada semejante.-Dijo la instructora secándose una lágrima que corría por su mejilla discretamente.
-¿Usted señorita Sagrario no llegó a tiempo de oír la conversación entre su novio y su compañera?
-No, yo llegué tarde al gimnasio. Me entretuve en el patio.
-¿Cuál fue el motivo de que se entretuviese en el patio?
-Me encontré con Javy y estuvimos hablando un buen rato.
-¿Qué tenía que decirle, señor José Javier Lorez Serra? ¿Es así, como se llama usted, no?
-Sí, pero todos me llaman Javy. Y nos entretuvimos hablando de lo de la colecta y lo de ir al cirujano. Yo guardé lo recaudado y además me ofrecí a acompañarla.
-Es usted muy generoso. ¿No cree que esa misión le correspondía a la víctima haberla realizado? ¿Por qué sabía que no iba a poder realizarla? ¿Acaso tuvo algo que ver con su asesinato y por eso planeaba sustituirle y hacer sus funciones?
-Somos amigos. Entre nosotros no hay secretos. Yo sabía que él nunca hubiese querido que ella abortase. Y ella no quería irse con él al pueblo. Alguien tenía que ayudarla.
-Demasiado altruista ¿No será que sentía algo especial por la novia de su amigo y que le estorbaba su presencia?
-Bueno, yo ya estaba acostumbrado. Aunque en realidad no me hiciese ninguna gracia. Porque yo la había visto primero, él se me adelantó, y ya no pude hacer nada, hasta que sucedió lo que sucedió.
-Exprese mejor lo que quiere decir.-Insistió el detective.
-Quiero decir que aunque no me gustase que mi amigo saliese con Sacra, ya me había acostumbrado. Pero era mi amigo y yo nunca haría daño a un amigo. Luego, al ver que ellos dos no se ponían de acuerdo, pensé que yo si podría ponerme de acuerdo con ella. Pero yo no mataría a nadie y menos a un amigo.
-¿A qué hora se separó de su amigo y a qué hora se fue usted del instituto ayer?
-No sé, yo me fui como los demás cuando terminamos el partido. Él entró en el gimnasio para hablar con Sacra, según me dijo.
-¡Mentiroso!-gritó Sacra-Yo no hablé con él. Y ya le había dicho muy claramente que no quería volver a hablar con él.
-¡Cállese señorita!-Dijo el detective intimidándola y miró fijamente a Javy a la vez que volvía a interrogarle-¿Le acompañó cuando salía alguno de sus compañeros de equipo?
-No, les dije a todos que quería irme solo. Necesitaba pensar y quería caminar un poco.
-¿Se encontró con alguien mientras iba caminando? ¿Hay alguien que pueda confirmarlo?
-No, afortunadamente no me encontré con nadie. Bueno, quizás hubiese alguien pero yo no me doy cuenta. ¿Cómo iba yo a imaginarme que pasaría una desgracia así?
Mientras hablaba el joven una lágrima resbalaba por su rostro. El detective hizo una pausa al ver que la directora intentaba decir su opinión. Con una mirada muy seria y un ademán severo la hizo desistir de su empeño, consiguiendo que se limitase a un breve balbuceo y se volviese a sentar en silencio.
-Si me disculpan-aprovechó para decir la instructora de gimnasia-yo tengo que irme. Doy clases en otros dos institutos y con el tráfico que suele haber, a esta hora los lunes, seguro que ya llego tarde.
-No tan deprisa. Vuelva a sentarse-Le ordenó el detective-De aquí no se va nadie mientras no se resuelva el caso de ¿Quién mató al alumno que se encontró en el suelo del gimnasio? O al menos, me cuente cada uno de ustedes todo lo que sepa al respecto.
-Pero yo no sé nada. Yo solo vine a supervisar los ensayos de mis dos alumnas seleccionadas para el campeonato regional. Ni siquiera sabía que una de ellas estuviese embarazada. Yo no tenía ni idea de lo que iba a suceder después de que yo me fuese. ¡Y créame que estoy totalmente disgustada y afectada por todo este asunto! Jamás pensé que pudiese suceder una cosa tan espantosa en un instituto.
-Según mis fuentes de información ¿Usted tuvo una corta aventura, con el alumno fallecido, el año pasado? ¿No es así?
-¿Insinúa que yo tuve una aventura con un menor de edad? ¡No me lo puedo creer! ¿Pero, quien ha podido decir una calumnia así?-Dijo muy indignada.
-No era un menor de edad, según la ley, tenía ya dieciocho años. ¿Seguía manteniendo usted contactos con la víctima en secreto? ¿Tuvo algo que ver con su muerte?
-¡No! ¿Cómo puede dar crédito a tamaña calumnia? ¡Creí que un detective sería más inteligente y no se tomaría se serio  las idioteces que le pudiese decir cualquiera!
-Señorita, haga el favor de no insultar a mi inteligencia. Si me he tomado en serio tal acusación es porque tengo pruebas. ¿Quiere que las enseñe aquí delante de todos o prefiere que me las reserve para enseñarlas en el juicio?-Dijo sacando un sobre de su bolsillo.
-¡Enséñelas, enséñelas! Como no tengo nada que ocultar no me importa que las vean los presentes, así podremos aclarar el asunto y de paso dígame quién ha osado acusarme de tal calumnia. Yo no mataría a nadie ni aunque me estuviese atacando. ¡Se lo puedo asegurar!
-Pero acaba de mentir. Ha dicho que no ha tenido ninguna aventura con el joven fallecido y estas dos fotos indican lo contrario ¿No es así?-Dijo mostrando dos fotos en las que se la veía claramente besando en la boca apasionadamente al malogrado alumno. Todos los presentes, a excepción del discreto ayudante del detective, se levantaron corriendo para poder verlas murmurando entre ellos lo anonadados que se sentían al conocer su existencia.
-¡Vuelvan todos a sus sillas! ¡Que no tenga que repetirlo!       
-¿Pero, cómo han podido hacerme una cosa así?-Dijo la instructora expresando desesperación-¡Es horrible lo que me está sucediendo! Yo no tenía ni idea de que existiesen esas fotos. Pero puedo explicarlo. Como comprenderán es algo que deseaba olvidar y de lo que no me siento nada orgullosa. Fue un error que cometí y que no he vuelto ni volveré a cometer jamás.
-¡Me parece una vergüenza que no tiene explicación!-Dijo la directora muy ofendida-No solo se permite tener aventuras con un chiquillo, alumno de mi instituto, al que le dobla la edad. Sino que,,.
-Le repito que si no se calla tendré que pedirle que abandone la sala -insistió el detective- o me deja continuar con las indagaciones, o se llenará el recinto de inspectores con sus uniformes en busca de pruebas hasta que se resuelva el caso. Lo cual atraería a la prensa y se haría público en breves instantes.
-No, por favor, no volveré a interrumpirle,-se disculpó la directora-prosiga con discreción, como me prometió que actuaría.
-Señorita Doña Maria Concepción Gracia Hernández, es ése su nombre completo,¿no es cierto?
-Si, es así, pero todos me llaman Doña Conchita. Si quiere le puedo explicar en qué circunstancias me tomaron esas fotos, así comprenderá que en realidad no le he mentido. Entre nosotros no hubo nada o casi nada.
-¿Cómo vamos a creerla después de ver esas fotos?-Dijo enfadada Sacra-Eso no se lo puede creer nadie, por extraño que nos pareciese…
-Señorita Sagrario, haga el favor de limitarse a hablar cuando se la pregunte- la cortó el detective-Señorita Doña Conchita ¿Prefiere decirnos su declaración en privado o está dispuesta a exponerla delante de los presentes?
-Ahora que esas fotos han salido a la luz, delante de los presentes, creo que es mejor que sepan en qué circunstancias fueron tomadas. Le aseguro que desconocía su existencia y que si me las sacaron con el fin de hacerme chantaje hasta ahora nadie me había dicho nada. Es más, ni siquiera sé quién pudo hacerlas. Pero le ruego que me diga quién ha sido, para tener unas palabras con quien quiera que fuese.
-Lo siento, pero no puedo revelar mis fuentes de información, o al menos, no por el momento. Pero prosiga, explique en qué circunstancias fueron tomadas esas fotos y si hay algo que las justifique.
-Como me imagino que ya sabrá, fueron tomadas el año pasado, aproximadamente por estas fechas. Yo acababa de discutir con mi pareja por motivos que ya ni recuerdo, después de unos diez años juntos, decidimos tomarnos un tiempo para aclarar nuestras ideas. Para los dos fue bastante duro, y en especial para mí, pues estuve bastante crítica con mis alumnas y a la hora de elegir a las representantes del instituto, para las pruebas regionales, opté por no seleccionar a ninguna. La verdad es que el nivel era muy bajo y requería demasiado tiempo el supervisarlas. Yo no estaba de humor para perder el tiempo sabiendo que el resultado iba a ser un fracaso y así se lo hice saber a todas las que deseaban presentarse a la prueba. Algunas no lo encajaron nada bien y el resultado fue que me pincharon todas las ruedas del coche. Desde luego, nadie se hizo responsable de lo sucedido.
-¿Y eso qué tiene que ver?-dijo Carmela impaciente entre hipidos y pequeños lloros.
-Hagan el favor de no interrumpirla. Siga por favor. ¿Qué sucedió a continuación?
-Ese día, cuando esperaba la grúa, se acercó “Charly” y se ofreció muy amablemente a llevarme a mi casa. Se acababa de sacar el carné de conducir y su padre le había dejado el coche. Fue un encanto y yo le invité a tomar unas cañas. Pensé que era lo menos que podía hacer. Mientras las tomábamos observé que mi pareja nos estaba siguiendo a escondidas. Noté que estaba celoso y me cabreó mucho lo que estaba haciendo. A “Charly” le hizo mucha gracia y me confesó que estaba encaprichado conmigo, bueno él lo llamó de otra manera, pero en resumidas cuentas era un simple encaprichamiento aunque él pensase que era algo más profundo.
-A casi todos nos gustaba-interrumpió Javy-.Nunca habíamos visto a una profesora tan guapa en todo el instituto, pero pensábamos que teníamos pocas posibilidades con ella. Que nos tomaría por unos críos. No sabíamos que el “Charly” se hubiese tomado tantas confianzas. Él nunca nos contó nada. ¡Y eso que yo era su mejor amigo! Me cuesta creerlo. Lo lógico es que nos lo hubiese contado, con detalles, si fuese verdad.
-¿No serías tú quien sacó las fotos?-preguntó la instructora.
-No, yo nunca haría una cosa así. Ningún amigo sacaría fotos a otro a escondidas.
-No vuelva a interrumpir ninguno de ustedes.-Cortó el detective-¿Quiere seguir, señorita?
-Si, aunque no sé en qué momento nos sacaron las fotos, ni quién fue. Sé que solo pudo ser esa tarde. Cuando salíamos de tomar las cañas y mi pareja nos seguía escondiéndose torpemente entre los árboles y las farolas. Así que, medio en broma, medio en serio, decidimos besarnos para darle una lección. Aquella misma noche vino a verme e hicimos las paces. Por supuesto, le expliqué que aquello había sido una especie de broma por habernos seguido y que no se volvería a repetir. No imaginaba ni por lo más remoto que nadie nos había fotografiado.
-¡Pero eso estuvo muy mal!-dijo Sagrario indignada sin poder callarse-.Usted jugó con los sentimientos de “Charly” como si no le importasen nada. Debió de hacerle mucho daño, al dejar que se hiciese ilusiones y luego dejarle tirado.
-No, no fue así. Le telefoneé al día siguiente y quedamos en el mismo mesón del día anterior y estuve hablando muy seriamente con él. Le hice ver lo encantador que era y lo mucho que me había ayudado. Lo mayor que yo resultaba a su lado. Y que se merecía una chica más en consecuencia con él, no una mujer que le duplicase la edad. Creo que al final lo comprendió claramente y no se sintió ofendido. Lo que no me explico es ¿Quién y por qué nos sacó estas dos fotos? Necesito saber quién es, para saber qué es lo que pretende insinuar con ellas. ¿Es alguno de los presentes?
-No puedo revelar mis fuentes de información.
-¡Pues debería decírselo!-dijo Sagrario impetuosamente-¿Cómo se va a defender si no sabe quién la ha acusado?
-Yo creo que sé quién ha sido-dijo Carmela.
-Y yo-dijo Javy-¿Quién iba a ser? ¿No podría ser otro?
-¡Seguro que todos lo sabemos! Apostaría a que no puede ser otro más que él-dijo Sacramento.
-¡Lo que faltaba!-Vociferó la directora-Todo el mundo sabe quién hizo esas fotos. Hasta el último mono. Y la Instructora y yo, que soy la directora del instituto, y somos las que mejor teníamos que estar informadas, no tenemos ni idea. ¡Hagan el favor de decirlo inmediatamente!
Los tres jóvenes se callaron la boca intercambiando cómplices miradas. Mientras el detective que cada vez tenía las ideas menos claras esperaba que se decidiesen a hablar y contar todo lo que sabían cada uno de ellos. Al ver que ninguno se animaba a hablar se sintió indignado, pero trató de serenarse e inspirarles confianza para que empezasen a delatar al culpable.
-Yo les recuerdo que tienen la obligación de decirme quién es el culpable en el caso de que lo sepan. Y que no tienen por qué tener miedo. Cuanto antes esté encarcelado antes estarán a salvo. Como ven, se trata de alguien muy peligroso, que si ha matado una vez podría volver a repetirlo.
-Señorita Sagrario ¿Quién es según usted el asesino?
-Yo no lo sé. No tengo ni idea.
-Pero hace un momento ustedes tres han dicho que sabían quién era y que no podría ser otro más que él. ¿A quién se referían?
-¡Ah! Pero no nos referíamos a quien mató al “Charly”. Decíamos que sabíamos quién debió de ser el que sacó las fotos de él con Doña Conchita. Es el mayor mirón que hemos visto dentro del instituto. Y el único lo suficientemente obsesionado con ella como para seguirla así sin que se enterara. Siempre está por todas partes cotilleando.
-¡Pues habla ya de una vez, niña!-dijo la directora sin poderlo evitar-. Que nos tenéis en ascuas. ¿No es así, señor Marcelo?
-¡Sí, realmente sí! Pero, déjeme a mí que haga yo las preguntas. ¿Cómo sabe quien hizo las fotografías? ¿Estaba usted cerca del lugar cuando las sacaron?
-No, pero, me apostaría lo que quiera a que fue el bedel. ¿No fue él quien se las dio a usted?
-Sí, ¿no fue él?-Preguntó aprisa Carmela.
-Les recuerdo que aquí soy yo el que lleva la investigación y hace las preguntas. ¿Por qué creen todos ustedes que es el bedel? ¿Acaso alguno de ustedes estaba presente?
-¡Qué disparate!-dijo la directora-. Pero si ese hombre es de total confianza, no hemos tenido un bedel tan eficiente desde que se inauguró el edificio, y eso que antes que él ya tuvimos por lo menos tres. ¿Pero a donde iban a parar? Ninguno acudía tan rápido como él cuando se les necesitaba y nadie me ha tenido tan informada como él de cuanto ha sucedido en los patios y en los pasillos.
-Sí-dijo Javy-pero seguro que solo le contaba lo que le interesaba. Y que se callaba lo que le convenía.
-Explique eso de que se callaba lo que le convenía. ¿Le vieron hacer alguna vez algo incorrecto?
-Pues claro, si hasta Doña Conchita discutió un montón de veces con él y le tuvo que echar otras tantas del gimnasio-dijo Sacra aunque la pregunta del detective iba dirigida a Javy.
-Sí, reconozco que discutí con él porque siempre se colaba en mis clases con disculpas tontas para quedarse a mirarnos. Yo le mandaba que se fuese a hacer otros trabajos y que dejase el limpiar los cristales o el ordenar el material gimnástico, para cuando terminase y estuviese el gimnasio vacío de estudiantes. Como siempre se le olvidaba y lo volvía a repetir, la última vez le dije que iba a poner una queja por escrito y ya no le volví a ver más.
-¿Y por qué no me lo dijo nadie?-preguntó la directora-. Si me lo hubiesen dicho yo lo hubiese solucionado rápidamente. Aunque confieso que me cuesta creer que un hombre que parecía tan íntegro fuese tan psicópata.
-¡Bueno, tanto como eso, me parece excesivo!-dijo la instructora-. La verdad es que estoy acostumbrada a que pase algo parecido en los institutos donde imparto clases, pero hasta ahora siempre lo he controlado avisando, a quienes tomaban por norma venir a interrumpir mis clases, que si seguían haciéndolo les pondría una queja por escrito. Y la verdad es que siempre dejaban de hacerlo. Suelen enfadarse conmigo y luego tratar de fastidiarme con tonterías, pero en las clases nunca más vuelven a molestar.
-De todos modos debería haber puesto la queja-dijo la directora.
-Me parece muy bien-cortó el detective-. Eso lo discuten luego. Ahora quiero que todos me digan por orden ¿Por qué piensan que fue el bedel el que tomó las fotos que tengo en la mano y si creen que tiene algo que ver con el asesinato que investigamos? ¿Qué piensa usted, Doña Conchita?
-Yo no tenía ni idea. Pero, ahora que lo dicen, es posible que nos siguiese y que tomase él las fotos. Nosotros solo nos fijamos en mi pareja que nos seguía muy torpemente entre la gente. Ya ni me acordaba de las discusiones que tuve el año pasado con el bedel. Y por supuesto, no me imagino qué pudo pasar para que asesinase a un alumno. Todo eso se escapa a mi comprensión. Me cuesta creer que pudiese hacer alguien una cosa así.
-Yo también descartaría esa idea-dijo la directora-, creo que otro bedel tan eficiente no se puede encontrar.
-Pues será muy eficiente-dijo Carmela- pero desde que la instructora le prohibió la entrada en su presencia se dedicó a espiar en las duchas a Sacra. Se subía en los bidones de la basura y la espiaba desde lo alto por las ventanas.
-¿Es eso cierto, señorita Sagrario?
-Sí, y a mí no me hizo caso cuando le amenacé con poner una queja por escrito. Como sabe, el muy listo, que yo no soy una chivata, ya le voy sorprendiendo, varias veces, observándome cuando estoy desnuda. Da lo mismo que le amenace, que no le amenace, cuando menos nos lo esperamos está encaramado en las ventanas.
-¡Pero hija, eso tiene que denunciarlo!-dijo la directora.
-No, si ya le dieron una vez una paliza algunos alumnos de COU, fue unos días antes de que le abandonase su esposa. Le debió de dar tanta vergüenza de que les pudiesen echar… que por eso le abandonó. ¡No es verdad que se fuese con otro, como decía él!
-¿Pero qué tienen ustedes en contra del pobre hombre?-volvió a decir la directora-. Ya sé, ya sé. Le pido disculpas por mi intromisión. Pero es que no me explico que se estén haciendo esas acusaciones tan serias y que no me hayan dicho antes ni la más mínima queja ¿no le parece extraño?
-Por extraño que le parezca todo, le ruego que se limite a escuchar y luego cuando aclaremos este caso, resuelvan entre ustedes lo que tengan que resolver…
Les dijo el detective al ver que todos menos su ayudante, que no dijo ni una sola palabra en todo el interrogatorio, murmuraban y se hacían preguntas entre sí. No terminó de decir la frase cuando un gran ruido metálico ensordecedor les llegó desde el patio. Algo así como si hubiesen volcado estruendosamente contra la acera los bidones de la basura. El ayudante se levantó como impulsado por un resorte de su silla a la vez que echaba mano al arma que llevaba bajo la chaqueta.
-¡Que no se mueva nadie, ni salga nadie del gimnasio!-dijo autoritariamente el detective- a la vez que hacía señas a su ayudante para salir los dos a investigar lo que estaba sucediendo en el patio.-Volveremos en seguida.
Aunque solo salieron del gimnasio el detective y su ayudante  los demás se levantaron de sus sillas y se pusieron a mirar hacía la entrada, expectantes. Por un instante nadie se atrevió a decir palabra. Luego empezaron a murmurar a la vez y terminaron haciéndose un sin fin de recriminaciones sobre las experiencias que habían salido a relucir. La directora seguía sin dar mucho crédito a las acusaciones que hacían al bedel. La instructora temía que Sagrario no estuviese repuesta a tiempo de la operación para ir al campeonato. Carmela, por su parte, decía que ya no tenía ningún interés en ir a la competición. Sacra le recriminaba a su amiga el que no la hubiese avisado de que había hablado con “Charly”, antes de llegar ella, el día anterior. Ella, a su vez, se quejaba de que no le hubiese dicho que había visto a alguien tirado en el suelo. Solo Javy las escuchaba, a todas en silencio, sin aportar ninguna queja. El murmullo cesó cuando entraron el detective y su ayudante llevando al bedel por los hombros y le sentaron en una silla. De su frente y de su cuello brotaba gran cantidad de sangre que había dejado un reguero en el suelo del gimnasio. A pesar de que se le veía muy débil no paraba de hablar y de murmurar lo que al principio parecían frases ininteligibles, pero, que a medida que más se debilitaba parecían recobrar más sentido.
-Genaro, no permitirá que se lleven a Sacra-decía el bedel con voz quebrada-¡No lo permitiré!
-¡Pero hombre, señor Genaro, deje de decir tonterías!-dijo la directora-que se van a creer que ha sido usted el que cometió el asesinato…
-Haga el favor de callarse y deje que hable-ordenó el detective.
-Pero, si no sabe lo que dice-insistió la directora.
-¡Cállese!
-No me callaré-dijo el accidentado, con más fuerza, como si creyese que se referían a él. Aunque de la herida de su cuello manaba sangre a borbotones y ni el detective ni su ayudante eran capaces de taponar sus heridas-¡Sacra… es… mía! Y nadie… podrá… llevársela…


Mar Cueto Aller